domingo, 12 de agosto de 2012

Insomnio

Y caen fríos y distantes desde el fondo de mis entrañas a un vacío suelo. Pensamientos que amortiguan una noche que ya no me ofrece un recoveco para esconderme. Cuanto ansié perderme el amanecer y cegarme al abrir los ojos, cuán dulce podría serle a mis sentidos esa sensación de abandono producida por el sueño. Pero una vez más espero al alba, que mi rostro ya tan bien conoce.

No siempre pasa la gente. Las madrugadas son inertes y silenciosas. El ambiente lúgubre y oscuro no lo suavizan las farolas. Y cuanto más profunda es la noche, más se burla. La luna se acuesta en mi presencia, o decide no aparecer. Al parecer es mi deber guardar la noche ahora, abarcando mis ojos tan poco que ni siquiera distingo mi sombra. Sin embargo no flaqueo ni desfallezco. No hay fatiga, ni sufrimiento. Una a una caen las gotas de mi sudor que construllen la noche a oscuras, desde sus cimientos. Un trabajo en vano que requiere movimiento. Pues al terminarlo se lo lleva el sol para tener que comenzar de nuevo un monótono juego. Lentas pasaron las horas ayer, y lentas pasarán mañana, en el corazón de la noche mis palabras son espadas, que de una u otra forma, sólo alcanzan a herir mi alma. No hallo el momento en el que fui sentenciado a castigo tan severo como lo era el despedir al ocaso saludando al sol naciendo. Un sufrimiento y amargura que ya no se ven igualados por la hermosura del trayecto que trazan mis ojos en esta estampa nocturna.

Y así el verano se tiñó de negro cuando yo me hallé huérfano de compañía y sueño y desee ser adoptado por el cariño y el consuelo. Quería ser arrancado del orfanato con suelo de azulejos en el que me vi prisionero durante mi insomnio veraniego.

sábado, 21 de enero de 2012

Uncensored.

Hay que pensar muy bien lo que se quiere. Hay que pensar muy bien lo que se va a hacer. Desandar lo andado no es nada sencillo, y mucho menos cuando llegas a un punto como de no retorno. No puedes pretender pedir perdón tras haberte acercado en mitad de la noche, lúgubre y pesarosa, y haber propiciado puñaladas causantes de muerte en nuestro tesoro. No existe peligro mayor que despojar a un hombre de aquello que mas aprecia, pues cuando perdemos las razones para seguir, es cuando realmente nos volvemos crueles. 

Quizá debí haber pensado esto antes, hubiese sido buena idea haber recapacitado antes de propiciarle aquellos puñetazos.

Ahora con la nariz chata y rota, más hacia dentro que asomando, sangrante toda ella; suplicaba con lagrimas en los hinchados ojos. Quería atender a sus sollozos, y poder ayudarle. La única solución que se me ocurrió fue hundir mi puño en su boca. Pude gritar de dolor, pero no lo hice. Me lleve por lo menos cuatro de sus dientes, y una copiosa muestra de su sangre en mi cuerpo. Pero eso no me detuvo. Seguí surcando su cara con mi mano. Amoratada e hinchada, comenzó a sangrar por cada poro mientras sus alaridos quebraban el dulce silencio. Uno de mis puños se desvió ligeramente y acabo hundido en su ojo. Genial, ahora estaba tuerto. Era una imagen un tanto asquerosa, ya no por su deformada cara, sino porque donde antes residía un ojo ahora solo se podía encontrar un hueco con una bolsa vacía, negra por los cúmulos de sangre que estallaban uno tras otro empapando mi cara.

Hubieseis parado ¿verdad? Cualquiera lo hubiera hecho.

Bien, pues yo no. Le propicié una brutal patada en el la oreja. Posiblemente reventé su oído porque el gutural  grito que emitió no fue para nada normal. Tampoco la cantidad de sangre que empezó a perder por la oreja. Ya apenas era capaz de vocalizar sus disculpas con propiedad, lo cual me cabreo. Su único papel era disculparse, disculparse por toda la mierda que había hecho. Comenzaba a cansarme, así que le pisé la cara. Era un milagro que siguiese vivo, porque ahora mismo su rojo semblante no era en absoluto saludable. Vomitivo. Absolutamente repugnante, pero era motivo de alabanza que siguiese vivo. Sus quejidos deshechos e ininteligibles se hacían mas pronunciados.

Eché un vistazo a la estampa general. Un brazo roto, y el otro amputado por mi sierra. De no ser por el torniquete que impedía la salida de mas sangre de la necesaria la mutilación habría acabado hace demasiado. Daba gracias a mis superficiales conocimientos médicos. Sus testículos yacían desnudos - en el sentido mas estrictos de la palabra, pues habían sido despojados de su piel mediante una lima de hierro - en contacto con el suelo. También le faltaba una oreja y el pelo. Arranqué la camisa de aquella cosa, pues no merecía el título de persona. Ahora tenía dos opciones. Podía matarlo ya, o por el contrario...

Mi pensamiento tuvo que desviarse un poco cuando hice lo que iba  a hacer. Es un destino que a nadie le hubiese deseado todo esto que le estaba pasando, y de verdad que no quería hacerle daño. Bueno, miento, no quería matarlo. Pero de alguna manera, todo el daño que estaba sufriendo era la purga a sus pecados, pecados que realmente merecían ser juzgados. Y es que privarnos de la libertad no había sido su mejor opción. No, censurarnos no fue un buen plan. Y mucho menos pensar que podría purgarnos por compartir...

Podía haber seguido con mi linea lógica pura e inocente - justo como yo, chico bueno, puro e inocente - pero mi mano ya había descendido a gran velocidad. En el momento en el que agarré el cuchillo ya sabía lo que iba a pasar, por eso tuve que distraerme. El alarido me indicó el momento en el que había terminado. Efectivamente su pezón ya no formaba parte de su cuerpo, pues había sido rebanado por mi cuchillo en un limpio movimiento. ¡Cuán doloroso debió ser! En ese momento, la caridad se apiadó de mi, y pensé que el dolor que había sufrido el pobre era suficiente. Pero llegados a ese punto, ya solo podía otorgarle una muerte para pararlo; aunque había oído que la manera mas efectiva de lidiar con el dolor era repartir este. 

¿Por qué no? Total, el cuerpo no es mío.

Clavé el cuchillo en la palma de la mano rota del sujeto. Sabía que se iba a retorcer como una bestia en el momento en el que lanzase él remedio. Apoye brutalmente mis manos en su pecho. ¡Que descuido! Una de ellas fue a parar en su pezón, o al menos, donde esté había estado antes. Aproximé mi boca al pectoral del sujeto con lentitud, pues aún le quedaba un ojo con el que observar mi caridad. Abrí la boca suavemente, no quería alterarle con movimientos bruscos. Pero eso no funciono, comenzaron unas potentes convulsiones que se acentuaron cuando el pobre notó que se estaba desgarrando la mano rota. Pero mis dientes ya habían rodeado el pezón restante. Tarde para el supongo, porque no quería cortar el pezón con los dientes, a pesar de estar mordiendo con todas mis fuerzas, mi verdadero objetivo era arrancarlo de cuajo. Por eso levanté de manera majestuosamente bruta mi cabeza de su torso. Con su asqueroso pezón en la boca observé como él se estremecía de dolor rebotaba contra el suelo debajo de mi. Escupí el pezón encestando en su boca, con un poco de suerte el muy hijo de puta se atragantaría. Me dispuse a continuar con mi labor de curandero. Y me acerque suavemente a su cara. Ya había comenzado con una la cirugía antes, pero había partes imperfectas. Por ejemplo, solo tenía una oreja. No disponía de hilo, y de agujas también carecía. Así que la solución era amputar, me dije. Pobre paciente.. Fue lo que pensé mientras cogía el cuchillo de la mano de mi paciente, que muy amablemente había custodiado, y poco a poco hacía una incisión hasta un cuarto de la longitud final de la unión del cráneo con el cartílago de la oreja. 

El cuchillo es un utensilio lento amigos, aunque preciso, pero aquellos que carecéis de paciencia como yo comprenderéis porqué decidí que era el momento de usar mis propias manos. 

Agarré su cabeza, con todo el cuidado que mi paciente merecía- y después la punta de su oreja. Comencé tirando poco a poco, despacito. Pero como ya he dicho, no soy un chico paciente, por lo que acabe tirando con todas mis fuerzas, arrancando la oreja de una sola tirada. El pobre sujeto me tenía ya la mirada perdida. Pero no podía dejar que muriese sin que el tratamiento hubiese acabado, quería dejarlo guapo para el nuevo mundo, así que alardeando de impaciencia clavé en su ojo el cuchillo. Quizá tuvo a la diosa fortuna de su lado y atravesé su cerebro. Yo, sinceramente, espero que no fuese así. 

Me levanté pesaroso, estaba cansado. Pero aún me quedaban un par de cosas que hacer. Me puse los guantes de Látex. Saqué la funda ignífuga y coloqué la imagen en su interior, dejándola junto al -esperemos que aún vivo- sujeto. 

Sé que no debí, pero saqué una foto de la estampa. Estaba moralmente mal regodearse de eso, y más aún guardar un recuerdo fotográfico de ello, pero no podía evitarlo. Encendí mi último cigarro, y le dí cuatro suaves caladas. Y tras observar el cadáver por última vez salí del contenedor de hierro. Salté el pequeño charco que lo rodeaba y lancé el cigarro a este cuando estuve lo suficientemente lejos. La gasolina comenzó a arder, y en poco tiempo consumiría el cuerpo de el sujeto -sigo deseando que yazca vivo en el interior de ese infierno de fuego cuando las llamas lo consuman- No pude evitar dejar salir una sonrisa cuando pensé en la cara de la policía al  aparecer en la escena. Será lamentable que no pudiesen salvarlo, y más les dolerá cuando lo único que encuentren sea una tarjeta ignífuga de una eme negra en un circulo naranja. Así aprenderán. Porque tú, yo y todos, todos somos..

Incensurables

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''Tocala otra vez Sam...una y otra vez''